bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las
iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus
dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente
arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.
Federico García Lorca
Poeta en Nueva York (1929-1930)
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