Viril, elegante y carismático.
Siempre al acecho y siempre rezumando confianza. Así es el focker. Él lo sabe y
ellas también. Por eso, su estrategia amatoria resulta de lo más sencilla:
asoma la cabeza, profiere un sensual grito y, ante el éxito cosechado... se
esconde.
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